Después de una semana de baja ha llegado la hora de reincorporarme al trabajo.
Algunos pensarán que "vaya rollo", "con lo bien que se está sin trabajar". Pero yo tengo ganas, ganas de ver a mis chic@s, de ver a mis compañeras y sobre todo de hacer cosas.
También ha llegado la hora de volver a mi "rutina deportiva". Andar, andar y andar con mis cascos puestos mientras suena "Torn" de Natalie Imbruglia o "Dramas y comedias" de Fangoria, entre otros. Pero es que ahora me he propuesto un reto más: comenzar a correr. Aunque después de estar más de una semana sin realizar ninguna actividad, aparte de un simple paseo, me costará. Pero no hay que rendirse.
Nunca te rindas, todo esfuerzo tiene una recompensa. Aún así hay momentos en los que decaes, momentos en los que te gustaría pasarte todo el día debajo del edredón sin salir a ver lo que hay fuera, sólo deseando que pasen las horas mientras tu cara se ve envuelta en lágrimas que poco a poco mojan la almohada. Cuando consigues levantarte te miras al espejo y ves esos ojos hinchados, esas marcas de agua salada que chorrean por tus mejillas. Y te das cuenta que ha sido un desahogo, que te encuentras mejor, pero en realidad no ha cambiado nada.
Por eso decides salir, quedar con gente que hacía tiempo que no veías, desahogarte, hablar de temas que evadan tus sufrimiento interno para dejar paso a una sonrisa y, por un momento, cambiar de mundo, a otro mundo diferente al que estás viviendo.
Sí, vuelves a llorar, vuelves a desahogarte, vuelves a revivir ese sufrimiento que te atormenta, pero ahora de otra manera. Alguien te mira, te escucha, opina y te aconseja, te tiende su hombro, y lo mejor...te abraza. Te hace sentir mejor, te hace sentir que no estas sol@, te llena de fuerza y coraje, te apoya. Ahora todo cambia. Vuelves a casa con otra perspectiva, con más coraje, con más vida.
Le das a tus problemas un toque de color. Te has caído, sí, pero te has levantado con más fuerza.
"En días de lluvia y tormenta, paraguas de colores"
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