Huía de un mundo de sombras.
El camino empedrado no le dejaba caminar.
Las ramas de los árboles le frenaban enrredándose en su pelo.
Lágrimas de desesperación caían por sus mejillas.
Ese camino ya lo había recorrido muchas veces por equivocación.
Pero siempre conseguía adentrarse en su mundo decorado con baldosas amarillas.
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